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Castrillo de los Polvazares

Crucero de Castrillo de los Polvazares en la Calle Real

Hacer una crónica de Castrillo de los Polvazares es complicado, pasa con esta bella ciudad como con tantos lugares que han perdido en cierto modo su utilidad para ser un escaparate para los que lo visitan. Sin duda mantiene el encanto de lo que fueron (no de lo que es) el negocio de los arrieros de la Maragatería, esa comarca de la provincia de Léon cuya capital es Astorga. Estos eran comerciantes itinerantes que controlaban el transporte desde Galicia, especialmente de los productos del mar, con las más importantes ciudades de Castilla y Extremadura, entre los siglos XVI y XIX. Realmente Castrillo de los Polvazares hoy es más un barrio que una ciudad, ya que pertenece desde 1975 al municipio de Astorga. Por supuesto que forma parte de «Los pueblos más bonitos de España» y está declarado conjunto histórico y artístico de alto valor monumental, además de formar parte de las ciudades del Camino de Santiago.​ El nombre de Castrillo procede de la cercanía de dos castros: el Castro de San Martino y el de Teso de la Mesa (habitado desde la Edad de Bronce).

Los maragatos transportaban desde las villas gallegas y cántabras los salazones de pescado en un sentido y en el otro los embutidos y productos de secano. La fama de honradez de los arrieros hacía que se les confiasen para su transporte artículos de valor, como joyas, incluso giros de dinero. En esa fidelidad se basaba su negocio, en la confianza del arriero. Al contrario que en muchas ciudades, aquí la llegada del ferrocarril no supuso beneficio sino la decadencia del arriero. A Astorga llegó el tren en 1866 y ya todo cambió. Del blog Terranostrum he extraído un texto del hispanista Richard Ford sobre estos arrieros maragatos:

«Hay una clase de arrieros muy poco conocida de los viajeros europeos: los maragatos, cuyo centro está situado en San Román, cerca de Astorga; ellos, al igual que los judíos y los gitanos, viven exclusivamente entre los suyos, conservan sus trajes primitivos y nunca se casan fuera de su región. Son tan nómadas y errantes como los beduinos, sin más diferencia que llevan mulas en vez de camellos (…) cobran caro, pero su honradez compensa este defecto, pues puede confiárseles oro molido».

Gathering from Spain, 1846 ("Cosas de España: el país de lo imprevisto", 1922).


Llega la tarde y todo el turismo de la mañana desaparece y el pueblo queda semi-vacío


La otra cara de la moneda de Castrillo es que ya no vive aquí casi nadie y quitando una taberna, que no abre todos los días, por la noche no puedes ir a ninguna parte, tienes que coger el coche e irte a Astorga o al vecino pueblo de Murias de Rechivaldo. No hay tampoco supermercado ni la posibilidad de desayunar por la mañana, especialmente si, como nosotros hicimos, te quedas a dormir.

Las casas maragatas han sido rehabilitadas para la hostelería, tanto para restaurantes (que sólo abren por la mañana) y por casas rurales. En realidad el pueblo vive hoy de eso, del turismo. Bueno hay pequeñas tiendas de artesanía pero también preparadas para el visitante. El principal reclamos turístico es la gastronomía, especialmente famoso es el cocido maragato (en verano la verdad no apetecía, aunque hay gustos para todo, así que no puedo opinar). Se caracteriza aquí en Castrillo, porque se sirve al revés. Esa era la costumbre de los arrieros: primero te traen las carnes y embutidos, luego las verduras, patatas y berzas, así como las legumbres (los garbanzos son de la variedad autóctona llamada "Garbanzo Pico de Pardal"), y finalmente la sopa del cocido.

«Cuando los maragatos, recorrían las tierras de España como arrieros, llevaban entre los utensilios necesarios para sus largos desplazamientos, una fiambrera circular de madera con su tapa también de madera, donde guardaban en ella porciones de carne de cerdo cocida, que se conservaba fresca cierto tiempo. Al llegar a las posadas o mesones comían primero lo que ellos llevaban en las fiambreras de madera, por supuesto alimentos fríos, y para terminar y «entonar» sus estómagos pedían al mesonero o al posadero una sopa o caldo caliente». Fuente: https://www.castrillodelospolvazares.net

Al acceder al pueblo, a pie (el coche lo debes dejar fuera en un aparcamiento al lado de la carretera de Astorga), encontramos, un puente de piedra por el que pasaba el antiguo camino romano hacia el puerto de Foncebadón (el puerto de montaña que une El Bierzo y la Maragatería), sobre el río Jerga. La arquitectura de Castrillo de los Polvazares mantiene las formas de esas casas arrieras, aún se conservan igual que hace siglos, con una estructura de grandes puertas para el paso de carros, patios interiores que son el centro de organización de la casa, cuadras, y algunas grandes bodegas. Aunque también hay casas más pequeñas cuyo origen era más de labradores que de arrieros, pero son las menos vistosas. Según he podido consultar, el pueblo fue destruido por unas riadas, y tuvo que ser reconstruido en el siglo XVI.

Abajo les dejo con algunas fotos de este patrimonio maragato.






Calles empedradas como antaño conservan la belleza del pueblo

Lo que más valor tiene del pueblo es que no hay estridencias modernas, que se ha respetado la uniformidad de las construcciones y las calles siguen estando como hace siglos, empedradas, conservando ese aire antiguo y un paseo, especialmente por la tarde cuando no hay casi nadie en el pueblo es muy bonito. No solamente la Calle Real es tan fotogénica, también las calles adyacentes algo más estrechas. Además la red viaria es ancha ya que tenían que pasar los carros de los arrieros. Las fachadas son de piedra y se usa mucho también la pizarra. Son típicas las escaleras exteriores de madera que siguen siendo así a pesar de los años.

En general todas las casas están muy bien cuidadas y reformadas
Las portadas son adinteladas o de medio punto y en algunas blasonadas y las fachadas tienen con frecuencia galerías corridas abiertas; el poderío de lo que fue la villa se ver reflejado en muchas de las casas de piedra
Escudo de una de las casas


Iglesia de Santa María Magdalena construida en el siglo XVIII, perteneciente al Obispado de Astorga, que, a pesar de estar tres noches durmiendo en el pueblo, justo enfrente, no pudimos verla por dentro.


Cuenta con una torre con campanario que suele ser reposo de las cigüeñas. Además, el Día de la Magdalena, 24 de julio, hay una solemne procesión y los vecinos se visten con los trajes típicos y suena la música tradicional de flautines y tamboriles. Una de las plazas, donde está la iglesia, está dedicada a Concha Espina. No sabía el porqué, pero luego leí que en Castrillo de los Polvazares se situa la localización elegida por la escritora para ubicar su novela La Esfinge Maragata, en la que rebautiza al pueblo como Valdecruces y fue llevada al cine en 1950. Durante algunos años se han celebrado en Castrillo y en Astorga Jornadas Napoleónicas, en recuerdo de la Guerra de la Independencia Española, con representaciones del sitio de la ciudad. En Castrillo de los Polvazares hay un gran albergue municipal de peregrinos, pero como el resto de servicios del pueblo estaba cerrado en los días que estuvimos (julio 2024). Bueno, espero les haya gustado, como siempre tienen a su disposición los comentarios para sus opiniones, especialmente de aquellos que ya han estado y pueden completar esta información o actualizarla. Gracias por visitar este blog, abajo tienen enlaces a otras entradas de la región leonesa.



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