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Una mañana en Orvieto

Basílica catedral de Santa María Assunta, Orvieto


En nuestro último viaje a Italia, sólo hicimos una escala en la Umbria, en la parte suroeste, en Orvieto. Es una ciudad hoy pequeña, de no más de veinte mil habitantes (aunque llegó a tener más población que Roma); pertenece a la provincia de Terni. La llegada en coche no fue tan complicada como aparcar, si a eso le añadías que era domingo y había un acto en la catedral, aún más difícil. Al final dimos con un parking en la parte baja de Orvieto (Parcheggio Orvieto Percorso Meccanizzato), desde el mismo hay ascensores y escaleras mecánicas que te llevan al centro histórico de la ciudad (luego me enteré que desde la Estación de Tren parte el Funicular Bracci que puedes también usar para subir a la ciudad). Igual que Civita di Bagnoregio, Orvieto está levantada sobre un acantilado de toba, a unos trescientos metros sobre el nivel del mar, formado por la actividad cuaternaria de los volcanes, con los peligros que ello conlleva.

Parece coincidir Orvieto con la ciudad de Velzna, una de las doce ciudades-estado etruscas, rebautizada como Volsinii por los romanos. Roma fue devastadora para Orvieto, se desconoce el motivo de tal furia pero no solo acabaron con casi toda la población sino que saquearon sus santuarios etruscos. Luego llegaron godos, bizantinos, lombardos.., y los papas. Orvieto fue sede residencial de las cortes papales, aquí precisamente nació la costumbre del Corpus en 1264 por Urbano IV. En Orvieto, además, ejercía como profesor de su universidad el que luego fuera santo, Tomás de Aquino. 

Iglesia de Sant'Andrea


Lo primero que vimos fue la Piazza della Repubblica con la Iglesia de Sant'Andrea, construida sobre las ruinas de una iglesia paleocristiana, con muros perimetrales de toba y el suelo de mármol. A la derecha se encuentra el Ayuntamiento. Llama la atención la torre de doce lados de la iglesia y el atrio de columnas laterales, además de la iglesia en sí, que data del siglo XII, aunque hay restos de mosaicos más antiguos, del siglo VI. Orvieto tiene numerosas iglesias, muchas de ellas con más de diez siglos de existencia, como la de San Giovenale, San Domenico, San Ludovico, San Francisco, la de la Madonna del Veil, entre otras, que te llevarían varios días visitar porque sus horarios son complicados o simplemente están cerradas.


Se pueden apreciar restos de frescos que incluyen obras que algunas datan del siglo XIV y otras del XVII; la iglesia fue restaurada en 1926 junto con la torre de doce lados


A la salida fuimos camino de nuestro destino principal, la catedral, aunque había mucha gente en el interior esperando la misa oficial que se iba a celebrar allí en homenaje a un militar italiano (esto nos libró de pagar la entrada). El Duomo di Orvieto es una maravilla iniciada a finales del siglo XIII aunque no se terminó hasta finales del siglo XVI. Emociona de pronto encontrarte con esa impresionante obra de arte de estilo gótico, situado en la cima de la roca de Orvieto. Aunque en principio el estilo era románico, sucesivos arquitectos cambiaron al gótico al ampliar el ábside y el crucero.


Más de veinte artistas trabajaron en la fachada a lo largo de los siglos y no se terminó hasta finales del siglo XVI, con la creación de las agujas laterales del escultor de Orvieto, Ippolito Scalza.


En la fachada son destacables sus mosaicos, el rosetón y las cuatro estatuas de bronce, en el interior la planta es basilical y las capillas están decoradas con pinturas renacentistas que son una maravilla. Empezó a construirse en 1290 por el Papa Nicolás IV en sustitución de las dos iglesias que preexistían en la plaza, la de Santa María y la de San Costanzo. Unos dicen que se construyó para guardar las reliquias de un milagro, otros más incrédulos, jajaja... dicen que fue al revés, que se inventaron el milagro para levantar el templo. Nuevas capillas (la del Cabo y la de San Brizio), se construyeron en siglos posteriores, incluso se cambió la fachada, que no quedó finalizada hasta la segunda mitad del siglo XVI con sus actuales cuatro agujas.


Torre del Moro

Cuando menos te lo esperas te das de bruces con la Torre del Moro, del siglo XVI, en referencia a Raffaele di Sante, apodado «el Moro», quien poseía el Palacio Gualtiero, ubicado bajo la torre. Hoy se distingue por su reloj, que es mucho más moderno, de finales del siglo XIX, y sus dos campanas. Tienes, si te apetece, la posibilidad de subir, la mitad en un ascensor y el resto a través de una escalera. Yo no lo hice, pero imagino que la vista desde arriba debe ser interesante.


Lo mejor, sin duda, es perderse por esas calles medievales. Un laberinto en el que debes dejarte llevar por la curiosidad. Hay mucha edificación civil renacentista (fotos de abajo): varias torres y muchos palacios, como el Palacio Soliano, el Palacio Papal, el Palacio del Capitán del Pueblo, el Palacio Faina, el Palacio Febei o el Palacio Gualterio; también hay un castillo, la Fortaleza de Albornoz. Como se echaba el tiempo encima, allí optamos por comer y volvernos a Marta, la ciudad donde nos alojábamos, por la tarde. La afluencia de turistas a Orvieto se notó en la cuenta del restaurante (¡clavazo!). Es lo que tiene ser un destino turístico entre Roma y Florencia.


Para los que se quieran quedar más tiempo en Orvieto hay unas visitas a los pozos, que son obras de ingeniería renacentista de gran magnitud, que se excavaron en la toba que da forma a la ciudad. Orvieto tiene una inmensa red subterránea de cavernas que se superponen y entrecruzan por debajo del entramado urbano actual.

Y esto fue lo que dio para una mañana en Orvieto. Hasta la próxima entrada !!


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