Bhairab, una de las personalidades de Shiva, con sus vivos colores, sus seis brazos,... en la Durbar Square de Katmandú |
El año pasado fue el Perigord, cercano y próximo en las costumbres y en las maneras, cinco mil kilómetros de extraordinaria belleza para los sentidos. Pero 2012 tenía que ser lejano y diferente. Barajamos la India, pero las calores de Agosto derivaron nuestra atención más al norte, los consejos de alguna amiga y el tiempo del que podíamos disponer resolvieron la ecuación: Nepal. Entre China e India, entre el hinduismo y el budismo. Sazonado con los monzones, la pobreza líder de un país casi sin carreteras ni calles, borrado de los destinos y antiguo paraíso de nuestros hippies, ahora abuelos y abuelas, precavidos en su sofá de Nueva York, Madrid, o París, con una adorable pensión. Allí fuimos, con paradita en Doha, Qatar. Como espléndidos y extrovertidos viajeros, Nepal nos dará para contar muchas anécdotas en más y más entradas de este blog, pero hoy toca presentar el Diario, escrito como no podía ser menos, día a día, normalmente al final de cada noche, cansado, pero intentando recordar la esencia de este viaje, un viaje que ha sido sobre todo, un viaje al interior, a la dignidad de la pobreza y a la felicidad de los niños y niñas nepalíes.
Sábado 18
Empiezo este Diario del Viaje sobrevolando el Mediterráneo, me acuerdo de Manolo y Carmen, adictos a los paisaje helénicos y a su Creta permanente, casi recurrente. Hace una hora, más o menos que salimos de Madrid con destino a Doha, Qatar. Un destino escala para llegar al aeropuerto de Katmandú donde estaremos algo más de una semana visitando Nepal. Ayer llegamos a Madrid en coche, a casa de los amigos Ampa y Joju. Por cierto que vinimos de Cádiz por Extremadura a Madrid, mucho mejor que la habitual ruta de Despeñaperros. El avión de Qatar Airways fantástico, aunque la compañía tiene una fama de buenos asientos, la realidad supera a lo imaginado. Bien atendidos y cada asiento con sistema de música y vídeo a la carta, excelente trato, algo que ya se nos había olvidado con tanto mamarracho de líneas aéreas donde tan mal te tratan y tantas pegan te ponen.
Domingo 19
Retomo este Diario ya desde Katmandú, primer día desde que aterrizamos en este impresionante país. El vuelo fue largo y el "transfer" de Qatar algo agotador, el aeropuerto de Doha tiene una densidad de tráfico realmente inesperada ¡Cuánta gente para un sitio y para otro! Especialmente pasajeros para países asiáticos. Pero bueno llegamos y allí estaba Gautan esperándonos con su furgoneta de aire acondicionado que tardó cuarenta y cinco minutos en llevarnos a escasos siete kilómetros. El tráfico es todo un espectáculo en las calles, mejor caminos sin asfaltar de la capital Katmandú.
Durbar Square, Katmandú |
Luego de recuperarnos en el Hotel Malla, que de cuatro estrellas tiene solo el cartelito de la entrada, aunque de camas decentes, nos fuimos por la tarde a visitar la plaza del Palacio Real, el Durban Square, donde llegamos a eso de las cuatro de la tarde y estuvimos un par de horas. Impresiona ver a la Kumari, la pequeña Diosa viviente, una chica casi secuestrada que vive en un antiquísimo palacete en su papel de reina hasta que la menstruación la derroque y la devuelva a la realidad de los nepalíes del día a día. Además, los palacios son impresionantes y las esculturas de madera, el labrado de ventanas, maravillosos, no por nada son Patrimonio de la Humanidad. Ya finalizando la tarde hicimos una comida-cena en un restaurante cercano al hotel.
Lunes 20
Bouddhanath |
Hoy hemos centrado el día en tres visitas muy interesantes. Empezamos visitando Bouddhanath, el centro principal del exilio tibetano en Katmandú, donde todo gira en torno a la inmensa estupa, la mayor de Nepal, que concentra a su alrededor templos budistas. Aquí se pueden observar muchas mujeres vestidas al estilo tibetano y muchos monjes con sus vestimentas de colores morado y naranja. Tuvimos la ocasión de asistir a dos gompas o monasterios tibetanos, pequeños pero en los que pudimos asistir a alguna sesión de oración y cánticos, muy curiosos a los ojos de occidentales y ateos como nosotros. Uno de estos "espectáculos" era para expulsar a los fantasmas de dentro de una chica que venía a ser curada.
La segunda parte de nuestra visita de hoy estaba en el monasterio de Pashupatinath, junto al rio Bagmati, pero accedimos a la zona desde los dos templos que se encuentran a la otra orilla, los de Gorakshanath y de Guhyeshwari, con la compañía casi agobiante de numerosos macacos y niños mendigos. Ya casi al llegar a Pashupatinath nos aparecen unos seres pintorescos, los santones (sadhus), que por unas rupias se dejan que los fotografíes, tienen el cuerpo pintado de colores y numerosas rastas de pelo de dudosa limpieza. Y ya en el rio, el gran espectáculo del crematorio, el deambular de camillas con muertos, el olor a incienso, los yoguis y otros personajes que se lavan en las mismas aguas donde luego tiran los restos de las cremaciones. Quedamos, entre impresionados y conmovidos, por el entierro de estas personas; a los ojos de los occidentales que estamos allí, una mezcla de irrespetuosidad y sorpresa. Así de esta manera cogemos rumbo a Patan. En Patan visitamos la segunda de las Durban Square. Esta es más grande y mejor cuidada que la de la capital Katmandú. Los turistas tenemos que pagar por entrar en el recinto, como en casi todos los sitios. Esta plaza también es Patrimonio de la Humanidad y en ella destaca el Palacio de los Reyes de Patan, dentro del cual hay tres patios con edificios cargados de esculturas. Además hay numerosos templos y la columna del Rey Yoganarendra Malla, con una leyenda muy curiosa, de la que hablaremos algún día (aquí en el blog). Finalmente optamos por comer aquí en el "Cafe du Temple" donde unas frías cervezas nepalíes nos esperaban junto a unas vistas de la fantástica plaza del palacio real.
Martes 21
Hoy ha sido un día agotador, lo reconozco. Los ruidos de la noche del hotel, la subida al Monasterio Vajra Yogini desde el pueblo de Sankhu, las horas de coche en carreteras inexistentes y la lluvia monzónica que hoy cae intermitente pero intensa. La media hora de subida de escalones hasta Vajra Yogini nos recordaba el camino de las caravanas tibetanas y el propio monasterio tan místico con sus orígenes remotos que se pierden en el propio origen del budismo. Realmente son varios templos en medio de un verdor de árboles inmensos. Ya en la subida os encontráis numerosas fuentes y esculturas con las figuras de las diosas Kali, Ganesh y Bhairab, donde los lugareños siguen haciendo ofrendas de animales. Luego en el templo principal nos inundó lo mágico ante la presencia de la imágen de una diosa tántrica y de una escultura de Buda anterior al propio príncipe Siddharta. No se pueden hacer fotos en principio, pero cien rupias hacen el milagro posible entre los santones que cuidan del templo y que viven allí. A la bajada el pueblo de Sankhu que atravesamos de punta a punta, paseando por una particular "plaza mayor" decorada con el tridente de Shiva y en torno a la cual hay algunas casas muy interesantes y bien cuidadas del estilo newarí.
La lluvia monzónica |
Volvemos al coche y a los baches que la lluvia monzónica convierte en lagos, parece que la carretera inicial se ha borrado. Nuestro conductor parece hábil y nos lleva en casi una hora al próximo destino que es Budhanilkantha, del budismo al hinduismo en pocos kilómetros, así es Nepal. Aquí lo más llamativo es una estatua flotante de Vishnu en un estanque, donde supuestamente la Diosa reposa en una cobra de once cabezas. La lluvia entonces se hizo más intensa y nos redujo el tiempo de admirar los templos adyacentes. Nos refugiamos en un chiringuito donde pudimos probar el pan de arroz, una especie de churro dulzón, que nos entretuvo del rato del paso del Monzón.
Nuevamente coche y atasco, para finalizar el día en el famoso Templo de los monos de Katmandú, el lugar se denomina Swayambhunath. El coche nos dejó arriba pero los peregrinos suben al cerro a pie en unas largas escalinatas verdaderamente agobiantes. La verdad que después de la caminata de la mañana no era plan de agotar las pocas energías y se agradeció el esfuerzo del chófer. Independientemente de la gran estupa que conforma el lugar con los templos adyacentes, las vistas de Swayambhunath son espectaculares y desde sus miradores se ve todo el valle de Katmandú, donde en su conjunto viven más de cuatro millones de habitantes. Realmente hay monos por todas partes pero no solo en este templo, por lo que quizás ya no nos llaman tanto la atención. De vueltas al hotel para darnos una ducha y recuperar algo de fuerza, al menos para buscar un sitio donde comer.
En el barrio de Thamel, donde nos alojamos, hay calles llenas de tiendas y preparadas para los turistas, un laberinto de callejuelas donde puedes encontrar casi de todo: locutorios baratos, camisetas, souvenirs, pahminas, cashemere, equipos para alpinistas de segunda y primera mano,... Desde una tienda y ante la aparición de nuestra amiga la lluvia monzónica, optamos por coger un rickshaw, era la primera vez y nos dio a los dos un poco de remordimiento de conciencia, ver al chico famélico pedaleando y subiendo por las calles embarradas hasta el restaurante que le dimos de coordenadas. Todo por ciento cincuenta rupias, menos de un euro y medio, que por supuesto no regateamos, al contrario subimos a las doscientas, ¡qué vergüenza ajena! Y allí terminamos la noche, en el Dolce Vita, una pizzería, quizás la mejor de Katmandú, una especie de oasis de la comida picante del país. Mañana nos toca Pokhara y un viajito en autobús.
Miércoles 22
Pokhara, pronunciado con jota (kh=j), esta a poco más de doscientos kilómetros de Katmandú, sin embargo puedo prometer y prometo que saliendo puntual a las siete y media en bus, hemos llegado a las cuatro de la tarde, ocho horas y media, que dan una media de unos treinta kilómetros por hora si tenemos en cuenta las paradas para el pipí y para, incluso, echar gasolina. Pero aunque el autocar era de los años cincuenta en España, el problema principal son las carreteras, estrechas, sinuosas y en algunos casos desdibujadas por el paso de un riachuelo. Especialmente "heavy" los tramos de salida de Katmandú, donde los camiones que surten los cuatro millones de almas que viven en torno a la capital con su barrios y pueblos colindantes, hacen que las carreteras estén borradas literalmente. Por cierto la mayoría de vehículos en la carretera de Katmandú a Pokhara son camiones y autocares, escasamente hay vehículos privados y solo algunas motos sobrecargadas también.
Los lagos de Pokhara |
No me quiero dejar en el tintero que a pesar de todo, el camino a Pokhara, bordeando el río Mahesh Khola, da unas vistas impresionantes, con el río bajando con fuerza y las terrazas de arrozales de un verde intenso, muy bello todo si no fueran por los baches y las curvas que te van pegando golpes de un lado a otro.
Pero llegamos, cansados, sudorosos y molidos, pero llegamos a Pokhara. Una pequeña población que vive de cara a los occidentales y japoneses, ...bueno, y para los chinos ¡cada vez hay más turistas chinos! Aquí todo el mundo quiere hacer un trekking, una escalada o un caminito con vistas a los Annapurnas. El hotel elegido, el Trek-o-Tel, que vende en su web que las habitaciones tienen vista al Lago Fewa (los míticos lagos de Pokhara), es verdad pero apenas tres o cuatro, el resto nos conformamos con la vuelta, ¡las cosas de las webs y sus medias verdades! A pesar de eso no perdimos el optimismo y tras una ducha nos tiramos a la calle para ver las vistas del lago y tener una primera impresión de la calle principal de Pokhara, toda preparada para "guiris" (como nosotros, claro). Bueno, mañana nos levantaremos a los cinco así que dejo el Diario y tiramos para echar una cabezadita, que mañana será otro día.
Jueves, 23
Muy pesimistas subimos de madrugada para Sarangkot con el objetivo de poder ver en la amanecida los picos de la cordillera de los Annapurnas. Efectivamente el cielo estaba encapotado y apenas se intuía nada, pero media hora apenas después los rayos del sol empezaron a brillar en las cumbres nevadas, primero lentamente y luego uno a uno se fueron destapando de su capa de nubes. No es que la vista fuera del cien por cien pero uno de los lugareños que allí estaban vendiendo souvenir me dijo "you are lucky". Esto ocurre como con los lagos de Covadonga que no basta con subir sino que hay que tener suerte.
El resto del día no fue comparable con este amanecer, más bien cansino. Los lugares que visitamos en Pokhara no fueron nada del otro mundo, un templo hinduista, otro budista y una ruta de cuevas que ni merecían la pena ni cumplían con las condiciones mínimas de seguridad para una persona que no tenga experiencia en estas aventuras. Una se llamaba la Cueva de los murciélagos (Bat Cave) y doy prueba de que su nombre era acertado y la otra Cueva de Mahendra, una especie de mezcla entre caverna y templo, ya que al final hay un altar con no sé qué Dios donde la gente acude a hacer sus rezos. También vimos una gruta y un salto de agua, que al parecer descubrió un suizo llamado Davis o Devis, lo ponen de las dos maneras. La fuerza del Davis' Fall es espectacular en esta época que viene cargada la catarata con las aguas de los monzones. Se me olvidaba, visitamos el Museo Regional de Pokhara, para que nos hagamos una idea, más que un museo se podía comparar a una exposición de una clase de colegio, muy lejos de lo que hoy consideramos un espacio museístico. Y así terminó nuestra estancia en Pokhara, breve pero suficiente para lo que queríamos ver. Esto no es un lugar de estancia, más bien de paso para las escaladas, y nosotros no la teníamos marcada en agenda, así que mañana nos volvemos en el magnífico "bus turístico" a Katmandú.
Viernes 24
Poco que contar de la vuelta en autobús, más horror, más de lo mismo. Ni si quiera la música wagneriana ha aliviado el traqueteo desde las ocho a las tres y media de la tarde. Volvemos al mismo hotel de Katmandú, una ducha y paseíto por nuestro barrio de Thamel.
Sábado 25
El sábado aquí es como nuestro domingo, por eso era un día especial para visitar el templo de la Diosa Kali al sur de Katmandú: Dakshinkali. A unos veinte kilómetros que aquí se convierte en una hora y media de carreteras, nos encontramos tras aparcar el coche, con un mercado en el que se venden las ofrendas a la Diosa: animales como cabras o gallinas o collares de flores. Nos contaron la historia de esta diosa sedienta de sangre que es el origen del templo y de estas ceremonias. El lugar además es sagrado porque para los hinduistas lo es cualquier confluencia de dos ríos, como aquí ocurre en Dakshinkali. La verdad que fue impresionante la cola de devotos a la espera de entregar su sacrificio. Allí en directo vimos como decapitaban una cabra y seguía moviendo las patas mientras la sangre a borbotones se dirigía a la estatua de la Diosa Kali. Los animales tienen que ser machos y "perfectos" (32 atributos). En la antigüedad se sacrificaban niños, normalmente robados a otros pueblos. Hoy está prohibido evidentemente pero aún salen casos en la prensa de personas detenidas por esta práctica que todavía se mantiene en pueblos muy solitarios del Nepal. En otro lugar, apartado del altar, donde todo está enfangado de sangre, unos matarifes con una olla enorme con agua hirviendo van despellejando los restos de los animales sacrificados, para que luego la familia una al acto religioso su peculiar festín gastronómico. Solo la sangre es lo importante en este acto: nadie queda indiferente ante el color y el olor, una fiesta para los sentidos este de Dakshinkali.
El sábado aquí es como nuestro domingo, por eso era un día especial para visitar el templo de la Diosa Kali al sur de Katmandú: Dakshinkali. A unos veinte kilómetros que aquí se convierte en una hora y media de carreteras, nos encontramos tras aparcar el coche, con un mercado en el que se venden las ofrendas a la Diosa: animales como cabras o gallinas o collares de flores. Nos contaron la historia de esta diosa sedienta de sangre que es el origen del templo y de estas ceremonias. El lugar además es sagrado porque para los hinduistas lo es cualquier confluencia de dos ríos, como aquí ocurre en Dakshinkali. La verdad que fue impresionante la cola de devotos a la espera de entregar su sacrificio. Allí en directo vimos como decapitaban una cabra y seguía moviendo las patas mientras la sangre a borbotones se dirigía a la estatua de la Diosa Kali. Los animales tienen que ser machos y "perfectos" (32 atributos). En la antigüedad se sacrificaban niños, normalmente robados a otros pueblos. Hoy está prohibido evidentemente pero aún salen casos en la prensa de personas detenidas por esta práctica que todavía se mantiene en pueblos muy solitarios del Nepal. En otro lugar, apartado del altar, donde todo está enfangado de sangre, unos matarifes con una olla enorme con agua hirviendo van despellejando los restos de los animales sacrificados, para que luego la familia una al acto religioso su peculiar festín gastronómico. Solo la sangre es lo importante en este acto: nadie queda indiferente ante el color y el olor, una fiesta para los sentidos este de Dakshinkali.
El resto del día lo empleamos en visitar tres pueblos significativos del valle: Kirtipur, Khokana y Bugmati. Kirtipur fue un pueblo rebelde en la unificación del Nepal y ello le causó que una vez conquistado por los famosos gurkas (o gorkhas), la población sufrió la represión y el castigo, por ello Kirtipur es una especie de pueblo maldito. Al estar en un cerro las vistas desde aquí son muy bonitas, además hay varios templos interesantes. Khokana (Jokana pronunciado) y Bugmati son dos pueblecitos más, muy cercanos que también se encuentran al Sur de la capital, el primero es más pequeñito, pero ambos te dan una idea de lo que es un pueblo newarí sin el agobio de los turistas. Nos llamó la atención algunas mujeres lavándose en la calle con un barreño y los pechos al descubierto, también los abundantes patos por todas las calles o las hilanderas al modo tradicional y los niños, siempre Nepal llena de niñas y niños de las escuelas con sus uniformes, corriendo de un lado a otro, siempre con una sonrisa.
Domingo, 26
Hoy teníamos previsto finalizar nuestro día en un monasterio tibetano, Namo Buddha, que la agencia de viajes de España nos había ofrecido y recomendado. Pensábamos que sería un poco exótico eso de dormir como un monje. Cuarenta kilómetros desde Katmandú es un mundo, tanto que nuestro guía y el chófer se quedarían después arriba y no volverían a sus casas en Katmandú. Porque aquí el trayecto de montaña llevó casi dos horas en el cuatro por cuatro que nos pusieron.
Pero el día no se quedo solo en eso, aprovechamos el coche para hacer dos paradas muy interesantes, Changunarayan y Bhaktapur. Changunarayan es el templo más antiguo del valle de Katmandú, que tiene un origen remoto, nada menos que del siglo IV, aunque fue reconstruído en el siglo XVIII. Pudimos observar en directo un grupo de fieles de Vishnu como preparaban sus ofrendas entre cánticos donde participaban todas las generaciones familiares. Y así llegamos en cuatro kilómetros a Bhaktapur, sin duda el pueblo más bonito y mejor cuidado del valle, de hecho llegó a ser la capital del Nepal antiguo hasta que cedió su cetro a Katmandú. La plaza del palacio, la Durbar Square, es de las mejores conservadas si la comparamos con las otras dos, Patán y la capital Katmandú. Además de la plaza de palacio, Bhaktapur tiene otras plazas igualmente sorprendentes y callejuelas donde si no fuera por las tiendas de souvenir, excesivas a mi modo de ver, te trasladarías a muchos siglos atrás. Nos encontramos con una plaza con un horno de cerámica tradicional que sigue haciendo vasijas como siglos atrás.
Para la comida nos fuimos al Cafe Nyatapola, que no se ha cortado en convertir un templito en un restaurante, un poco caro y con una calidad discutible, aunque las vista lo compensa, solo por tener de cerca la vista del Templo que da nombre al Café, Nyatapola. Es el templo de Nyatapola uno de los más fotografiados y portada de muchas guías y artículos de viajes de Nepal. Es el templo más alto de todo el valle, unos treinta metros con una escalinata donde todos los turistas posan (posamos) junto a esculturas impresionantes de leones, elefantes y otros seres mitológicos. Y bueno para una buena digestión qué mejor que el traqueteo del cuatro por cuatro para subir al susodicho monasterio Namo Buddah a casi tres mil metros de altura, enfrentado el monte al magnífico Everest, que según los lugareños se ve en los días despejados, pero que nosotros nos vinimos sin poder ver. La habitación que nos dieron fue espartana pero aceptable, "alojamiento básico", así se anunciaba por la agencia. Mañana me levantaré a las seis para la oración y luego ya veremos. Llama la atención lo jovencito de los monjes con sus colores particulares. Estos monjes son del gorro negro (el Dalai Lama es del gorro amarillo). El monasterio en verdad se llama Thrangu Tashi Yangtse y es un templo budista "Vajrayana", el budismo tibetano tántrico. La tradición Kagyu fue fundada por Gampopa, uno de los discípulos del santo tibetano Milarepa, a partir de las enseñanzas esotéricas de los mahasidas indios Tilopa y Naropa llevadas al Tibet por Marpa, el maestro de Milarepa.
Lunes 27
Esta mañana al amanecer el paisaje era espectacular, las verdes montañas sobre las que parecían acariciar a algunas nubes y los primeros rayos de sol resplandeciendo sobre el dorado del templo. A las seis, quizás un poco antes, estaba a la entrada, observando a los monjes llegar, algunos niños de no más de siete u ocho años. Me descalcé las sandalias y entré en el salón dorado, ellos unos cuarenta o cincuenta monjes, en paralelo a lado y lado del pasillo perpendicular al altar. Empezaron a orar a un ritmo marcado con una vara, monótono y repetitivo. Allí estuve una media hora aproximadamente, para una persona como yo, una experiencia mezcla de "qué pena estos chicos" y "qué tranquilidad de espíritu que trasmiten". Bueno son ojos de occidentales y siglos de cultura diferente, muy diferente. A las siete nos dieron el desayuno en un cuarto exclusivo para los extranjeros que allí estábamos, nosotros dos y un padre con su hija que hablaban alemán, luego empezamos a charlar en una mezcla de inglés y español. El café con unas tortitas y un sirope muy empalagoso.
Foto del interior del templo de la web de ©Thrangu Tashi Yangtse Temple |
Una vez finalizamos el mismo y recogimos las cosas de la habitación hicimos una última visita al templo original de Namo Buddah, un lugar sagrado que dio origen al nuevo templo. Allí arriba hay un bajo relieve donde se representa un bajorrelieve muy antiguo, donde el príncipe Siddharta se corta un trozo del muslo para dar de comer a un felino y que por ello es un sitio de mucha trascendencia para los budistas y la razón de que el templo Thrangu Tashi Yangtse se levantara aquí, parece que con fondo de Canadá.
En cualquier pueblo encuentras un templo y una riqueza monumental |
Ya despedidos de los monjes, camino abajo hasta Panauti, pueblecito del valle de Katmandú, (¡otro pueblecito!) que lucha por incorporarse al listado de las ciudades Patrimonio de la Humanidad de Nepal. Es una forma de conseguir fondos para la restauración de sus templos y casas antiguas del estilo newarí. Realmente es un lugar interesante y sagrado, aquí también hay confluencia de dos ríos, bueno dicen que de tres, pero que el tercero es invisible y solo se ve si se tiene buen karma, yo os prometo que debo tener poco karma porque solo vi dos. También Panauti es un antiguo enclave de las caravanas que venían desde el Tibet para la India y mantiene de hecho ese encanto de lo antiguo y auténtico si lo comparamos con los pueblos más turísticos. A unos siete kilómetros hicimos una parada en Banepa, donde es digno de ver el templo de Chandeshwari. Ya del día solo nos quedo visitar, porque nos cogía de camino a Katmandú, el pueblecito de Thimi, que puedes evitar perfectamente ya que tiene todas las calles en un estado lamentable y lo que hay que ver es más de lo mismo, sin ninguna relevancia.
La tarde, como todos los días, nos bautizó con la lluvia, corriendo como condenados por el barrio de Thamel, entre tenderetes y ya casi acostumbrados al juego del regateo, con los comerciantes de Katmandú. Esperemos que toda la quincalla quepa en las maletas.
Martes 28
Escribo esto casi de madrugada en Doha, estamos esperando el definitivo avión a Madrid. El aeropuerto, inmenso y lujoso, nada que ver con el de Katmandú, está lleno de frialdad, de jeques árabes y mujeres solo visible por sus ojos y los bolsos de marcas europeas. También mucha mezcla cultural entre asiáticos de países pobres que marchan para los emiratos árabes como mano de obra barata y occidentales que hacen escala desde Nairobi, Indonesia o Nepal, como nosotros. Todo perfecto, nada que ver con Nepal, pero aquí la sonrisa de la gente es escasa y forzada.
Miércoles 29
Joju, puntual como el avión, nos ha recogido en Barajas a las ocho y media de la mañana. ¡Unas tostadas españolas! con café: deseo conseguido. Nos vamos a duchar y antes que nos de la modorra del jetlag vamos a visitar la exposición de Hopper, que mañana nos toca ir camino de Cádiz.
Comentarios
Saludos!
Por cierto, vaya paisaje el de los lagos de Pokhara!!
Saludos
Saludos
Menudo viaje, tal vez el viaje de tu vida. El relato... 10 y las fotos... le doy un 11. Ambos fantásticos. Ojalá pueda copiarte el viaje algún año, si lo hago no dudaré en escrbirte, pues seguro que te has documentad de lo lindo.
Ánimo con este pedazo de blog que tienes. Sigue así.
Por cierto, no puedo acceder a los comenterios en la versión que tienes habilitado para móvil, tal vez hay algún fallo en la configuración. Te lo digo a los efectos de poder recibir algún comentario más de otros lectores.
Abrazos.
Uno de los hitos de todo viajero. Preciosas imágenes (me encantaron las del lago y la montaña).
Por mí puedes ser todo lo "pesado" que haga falta con las entradas.
Saludos.
@todos los amigos viajeros que habéis comentado: seguiré con más cositas, seguro que si.
Un abrazo
Saludos de Lisboa
Saludos
buscando información sobre nuestro próximo destino, Nepal. Nos hemos encontrado con tu blog, y nos viene genial. Mucha información y fotos espectaculares.
Tambien te invitamos a que conozcas nuestro blog.
http://siemprejuntosporelmundo.blogspot.com.es
Javier y Deborah